18 de junio de 2010

Ya vengo, voy al ñoba

Cuando terminó Lost, los foros de la web ardieron con distintos reclamos de espectadores fanáticos que no encontraron respuestas a muchas preguntas que habían sido planteadas en el argumento. Que por qué pasó esto, que por qué no pasó aquello, etc. Una de las críticas que más me llamó la atención y, hasta me causó gracia, fue la de una chica que preguntaba por qué los “Losties” nunca iban al baño.

Recordemos que los pibes estaban en una isla cuasi desierta, lucían de terror, siempre estaban chivados, con barbas crecidas, pelos sucios, usando la misma ropa todos los días, como para que encima hicieran una toma en la que Jack pidiera permiso para ir al “baño” con una hoja de palmera en la mano. Y ahí es donde creo que se abre un tema que no escapa al cine y a la TV y que es lo escatológico. Pero, ¿hasta dónde se puede llegar con la exposición de los desechos humanos? En el ejemplo de Lost creo que nada hubiera agregado al libreto.

Sin embargo, ha habido muchos otros directores y actores, que han hecho de lo escatológico una política y no temieron mostrar escenas en la que los protagonistas evacuaran de manera natural sus necesidades o utilizaran el espacio para otras actividades. Recuerdo algunas, como esa de Trainspotting en la que Ewan McGregor se mete adentro de un inodoro inmundo; varias de Almodóvar que muestran a las chicas haciendo pis con la puerta abierta; y el toilette unisex de Ally McBeal en donde tenían lugar los diálogos más bizarros, siempre con el ruido de la cadena de fondo.

Pero una de las mejores tiene lugar en la película “Mi novia Polly”: a Ben Stiller le agarra una flor de cagadera en el baño de Jennifer Aniston para descubrir luego que no hay papel higiénico. Más de uno frunció la nariz con esta escena, pero no deja de ser graciosa.





Si te acordás de alguna otra, avisame.

Ojo por ojo, todos ciegos

Cuando ocurre un crimen en cualquier ciudad, los noticieros muchas veces consiguen entrevistar en el lugar a algún familiar de la víctima. Siempre me pregunto dos cosas: cómo hace (por ejemplo) el padre de un chico asesinado para hablar con un periodista en ese momento de mierda, y cómo le da la cara al periodista para ir a preguntarle. Y llego a una conclusión: no siempre los argumentos que vengan de una persona que acaba de pasar por algo parecido serán “civilizados” y eso se justifica por el dolor que está atravesando. Pero nunca entiendo por qué los medios eligen mostrar los testimonios de los que sufren y sabemos que no van a racionalizar los hechos. Ello, sumado a una justicia que nunca es perfecta, no es raro que genere expresiones a favor del “ojo por ojo”, la “justicia por mano propia”, deseos de venganza y pena de muerte, y otras atrocidades que como civilización deberíamos haber superado.

Una película que trata sobre el tema es “Sentencia de muerte”. Kevin Bacon es un ciudadano común y corriente que trabaja, paga sus impuestos y ama a su familia. Hasta que un pandillero mata a su hijo y el sistema no responde como a él le hubiera parecido correcto. Entonces el tipo decide equilibrar la balanza y comienza una guerra que no hace más que probar lo que a Batman le costó un huevo interiorizar: la justicia es mucho más que solo la venganza.

La pasan el sábado 26 de junio, a las 00:30 hs, por I-SAT.

De guerra somos

La Guerra de Irak ha sido y sigue siendo una vergüenza. Sin embargo, a la hora de plasmarla en el celuloide, numerosos directores norteamericanos han logrado crear visiones bastantes críticas sobre la participación de los Estados Unidos en el conflicto. Siempre desde una mirada particular y haciendo hincapié en las consecuencias que la beligerancia tiene sobre sus héroes locales: los veteranos de guerra, que en muchos casos, son pibes que no superan los 30 años, sufren secuelas psicológicas importantes cuando vuelven y han sido acusados de hacer atrocidades en territorio enemigo. Lejos quedó Rambo y sus incursiones a la selva para salvar al mundo. Ahora, se ve que los marines no son perfectos.

Una película muy buena, que están pasando por I-SAT, y que trata sobre el tema es “En el valle de Elah” dirigida por Paul Haggis. Allí, Tommy Lee Jones investiga la desaparición de su hijo, que tras volver de combatir en Irak, se esfuma de su base militar luego de una noche de joda con los amigotes. A nadie parece importarle un pito lo que le haya pasado al chico, salvo a una detective, interpretada por Charlize Theron, quien comienza a indagar en el tema. Y lo que hay para encontrar no es muy grato, por cierto.

Impecable interpretación de Tommy Lee Jones, un padre que se carga al hombro las consecuencias de la deshumanización que la guerra provoca en los hombres, sobre todo cuando esos hombres son los que uno cría. Por este papel, fue nominado al Oscar en 2008, pero perdió ante el gran Daniel Day-Lewis. Hubiera sido correcto dárselo a los dos.

Agendala para el próximo domingo 27 de junio, a las 22 hs por I-SAT.

14 de junio de 2010

Durísima

Hay diferentes clases de violencia en el cine. Está aquella tipo "Rambo" a la que ya todos estamos acostumbrados: muchos tiros, sangre y muertos por doquier. Pero también está esa otra que produce escozor y repulsión, que se siente en las entrañas y que te hace sacar la vista o taparte los ojos con la mano. ¿Cuál es la diferencia entre ambas? Lo desconozco. Capaz radique en la veracidad de los hechos mostrados, en la interpretación de los protagonistas o en la identificación que nosotros mismos hacemos con lo que vemos.

La película “El Laberinto del fauno”, que yo fui a ver al cine y casi salgo corriendo, es del segundo tipo. Nominada al Oscar como mejor película extranjera en 2007, yo me comí que se trataba de una historia de fantasía como “Laberinto” o “El señor de los anillos”. Pero no. Aunque la fantasía es el esqueleto que le da forma al relato, la violencia obscena que caracterizó a la dictadura franquista (y a tantas otras) es uno de los ingredientes esenciales de este filme. Y es intolerable. En especial por la interpretación de Sergi López, un militar sádico que no tiene nada que envidiarle a algunos ejemplos autóctonos salidos de la década del 70.

Dirigida por Guillermo del Toro, no se la recomiendo a personas impresionables. La pasan por TNT el próximo miércoles 30 de junio, a las 00:20 hs.

Cara-Duras

Yo conocí una vez a unos gemelos que se cambiaban las novias. Se levantaban a las minas, salían un par de veces y después se las pasaban entre ellos. Unos vivos bárbaros. Ahora, si te ponés a pensar, a quién no le gustaría hacerse pasar por otro alguna vez. Por ejemplo, ser Angelina Jolie durante un fin de semana. O algo por el estilo. Bueno, siguiendo esa línea y muchos años antes de que el transplante de rostro fuera posible, John Woo dirigió “Contracara” (Face-off), una película de acción protagonizada por dos grandes: Nicolas Cage y John Travolta.

Travolta es el policía bueno y Cage es el asesino malo. Cage mata al hijo de Travolta y Travolta se pasa no sé cuántos años buscándolo hasta que lo encuentra y en medio de escenas de acción super exageradas como le gusta hacer a John Woo, Cage es capturado, pero queda herido y en estado de coma. Entonces, para poder averiguar un dato importante que solo Cage conoce, Travolta se somete a un cambio de rostro y se pone la cara de Cage. Jajajaja. Jajajajaja.

Dios mío. Lo escribo y me cago de risa sola.

A ver. Travolta es grandote, por no decir medio gordo, tiene el pelo más largo y ni siquiera mide lo mismo que Cage. Pero queda igualito. Mientras tanto, Cage sale del coma ahí nomás y, al ver lo que ha hecho la policía, se hace poner la cara de Travolta. Y de repente baja como 10 kilos, aumenta 8 centímetros, le crece el cabello en segundos y queda igualito. Una boludez…

Dirigida a un público masculino, este bodrio tiene todo lo que le gusta a los chicos: explosiones, persecuciones en avión, lancha, auto, etc., trompadas, y un par de minas buenas.

La pasan por Cinemax el próximo sábado 19 a las 17:45.

7 de junio de 2010

Serás lo que debas ser

Mis primeras incursiones periodísticas fueron de pequeña. Participaba del suplemento “Cecilio, el gorrión biónico” que publicaba La Voz del Interior los fines de semana. Fue la primera que vez que mi nombre salió publicado en un diario junto a los chistes que mandaba con dibujito incluido. No sé si ahí quedó sellado mi destino, pero capaz marcó tendencia. En el medio quise ser astrónoma, bailarina clásica, jugadora de tenis y otras profesiones que no prosperaron. Ya de grande me quedé con este oficio, el de redactar, que forma parte del trabajo periodístico, pero que no lo define en su totalidad. Porque se trata de una actividad múltiple y que está en pleno proceso de transformación. No sé hacia donde vamos, adónde llegaremos, si habrá papel o no habrá papel en el futuro, si cualquiera podrá laburar de esto, en fin. Lo que sí sé, es que en el cine ha habido periodistas para tirar para arriba. Vamos con algunos.

La última película que vi y que trata sobre el tema es “State of play” (Los secretos del poder), de Kevin Macdonald. Allí, un Russell Crowe gordo y peludo, encarna a Cal McAffrey, uno de esos reporteros-a-la-vieja-usanza que todavía andan por la calle con anotador en el bolsillo. Aprendiz a cuesta, el tipo comienza a investigar un supuesto accidente que involucra a su amigo congresista Ben Affleck y se ve envuelto en una trama de homicidios y cierres de ediciones que lo único que hacen es aumentarle el stress. La pregunta del millón: ¿Hasta dónde estará dispuesto Crowe a llegar para contar la historia? Y la respuesta que pocos logran responder con la mano en el corazón: Hasta el final.

Otra oldie que tiene como protagonista a una mujer y que vale la pena es Veronica Guerin, interpretada por Cate Blanchett y dirigida por Joel Schumacher. Se la recomendé a mi amigo y colega Lucas una vez, pero me dijo que no le gustaban las películas con nombre propio en el título. Allá él. El filme está basado en la historia real de la periodista irlandesa que fue asesinada por sicarios en 1996 luego de investigar el tráfico de drogas en su país. La mina fue amenazada varias veces y hasta llegaron literalmente a cagarla a trompadas para que no publicara historias. Pero no se detuvo. Y vamos de nuevo con la pregunta del millón: ¿Hasta dónde estuvo dispuesta Guerin a llegar para contar la historia? Y la respuesta que pocos logran responder con la mano en el corazón: Hasta el final.

Muchas otras me quedan en el tintero como “Todos los hombres del presidente”, un clásico de utopía profesional para gente del rubro; “La vida de David Gale” donde Kate Winslet muestra lo que es defender las fuentes de información; “El Diablo viste a la moda”, que ejemplifica lo que es empezar de cero y tener una jefa sanguinaria; y “Closer” en donde Jude Law trabaja editando los avisos fúnebres del diario local, lo que él define como la “Siberia del periodismo”. Hay varias más, pero se me acaba el espacio.

Les dedico esta reseña a todos mis amigos y colegas que abrazan la profesión, aunque a veces no nos demuestre un pito de cariño. Y para terminar, les dejo una frase de Otto Von Bismarck que siempre da vueltas por mi cabeza: “El periodista es un hombre que se ha equivocado de carrera”. ¿Habrá tenido razón?

4 de junio de 2010

Una joyita

Ya había confesado anteriormente que tengo sentimientos encontrados hacia Leo DiCaprio. No me lo banco en películas como “Titanic” o “La Playa”, pero el tipo me ha sabido conquistar en otras como “Los Infiltrados” o “Revolutionary Road”. Bueno, para bien, ya estrenaron en Warner Channel la película “Diamante de sangre” (Blood Diamond).

Es sabido que el rubio actor de 35 años -devenido gurú ambiental hollywoodense- ha invertido tiempo, dinero y capacidad en promover acciones contra el cambio climático y fue visto acompañando al premio Nobel de la Paz, Al Gore, durante la promoción del video documental “Una verdad Incómoda”. En otra de sus incursiones de carácter “comprometido”, DiCaprio integró el proyecto de Diamante de sangre, que muestra la guerra civil en Sierra Leona, sostenida por la búsqueda del control de la explotación de piedras preciosas, que con el consentimiento de grandes empresarios del rubro son traficadas a mercados europeos y norteamericanos, donde luego se venden a precios siderales.

Este filme es quizás un ejemplo menos logrado de lo que fue también “El jardinero fiel” (The Constant Gardener), dirigido por el genial brasilero Fernando Meirelles y reconocido con un premio Oscar y un Globo de Oro, que exponía el gran negocio que algunas compañías farmacéuticas hacían con la enfermedad en África.

En ambos casos, películas de este tipo reflejan una tendencia que va ganando espacio en Europa y Estados Unidos: la concientización sobre los problemas del Tercer Mundo vista a través de la cámara de cine. Estos temas “sociales”, que usualmente le son a Hollywood infinitamente lejanos, se espera puedan conmover a un público pochoclero en problemáticas sobre las que muchas veces tienen poco conocimiento.

En Diamante de Sangre, la intención podría resumirse en provocar la toma de conciencia de un desorientado novio norteamericano para que pida un comprobante de origen antes de comprar el anillo de diamantes para su prometida. O a los raperos, o a Maradona. No vaya a ser cosa que hayan derramado sangre en un país distante para conseguir la piedrita, y de allí el nombre que le da título al filme en cuestión.

Buena película, buen protagónico, buenos acompañamientos de Djimon Hounsou y Jennifer Connelly. Lo único que me hace ruido es que DiCaprio parece de 20, tiene 35 y hace de tipo de 40. Dirigida por Edward Zwick (Leyendas de Pasión/El último samurai), la pasan mañana a la medianoche por Warner.

Delicity

Antes de cotizar en el mercado internacional con Lost, J.J. Abrams había producido una serie para adolescentes crecidos que se llamó Felicity. Si tuviste cable hacia finales de los 90, la debés recordar. Una chica, Felicity, termina el secundario y en un ataque de rebeldía-juvenil-causada-por-un-enamoramiento, se muda a Nueva York para asistir a la Universidad, persiguiendo a un bombón que se llamaba Ben, protagonizado por Scott Speedman, ese chico con los mejores ojos del mundo.

Una vez en la Gran Manzana, la mina va a conocer al otro tipo importante de su vida, Noel (Scott Foley), quien viene a completar el triángulo amoroso, ese que nunca vimos en la televisión, con la particularidad de que acá Felicity no está exenta de sufrir situaciones patéticas y humillantes en su paso hacia la adultez.

La serie tuvo cuatro temporadas, en las que Felicity descubrió cómo duele crecer, fue casi linchada por la cadena por cortarse el pelo, tuvo la oportunidad de levantarse a los dos Scott y hasta viajar en el tiempo como Marty McFly. Pero si se quiere, el show no fue tan dramático como Party of Five ni tan promiscuo como Beverly Hills 90210, y además dejó como legado el relato en off, muy utilizado hoy en otros novelones como Grey’s Anatomy y Desperate Housewives.

De vez en cuando la agarro. La pasan de lunes a viernes a las 18 horas, por Sony. Está buena para ver a los dos Scott y para recordar cómo era ser joven, impulsiva, universitaria y valiente.

1 de junio de 2010

Si te 'habrías' quedado

No. No es un error de tipeo. La frase la escuché, así como está escrita, en la novela “Malparida”. Se lo dice una de las amigas de Juanita Viale a Gonzalito Heredia. “Si te habrías quedado, ella no se qué, bla bla bla”. No pude seguir escuchando. El error retumbaba en mis oídos apagando cualquier sonido extra.

No es raro. En la televisión ya nos acostumbramos a escuchar barbaridades, como por ejemplo: “¿Qué estás haciendo? / Nada”. La “Nada” se ha convertido en una muletilla oral que explica múltiples actividades y dinamismos como caminar, pasear, vivir, actuar, hacer cosas. A vos, como interlocutor, te queda la tarea de adivinar a cuál “Nada” se refiere el hablante.

Ahora, nadie pide que en la era de los mensajes de texto, una persona se explaye con frases desorbitantes llenas de filosofía, pero tampoco que sigan matando al idioma con esa impunidad. Escuchame, tampoco tenés que leer a Sócrates como hiciera en su momento Carlos I, para escribir o interpretar los guiones de una novela. Y si no tenés ganas de repasar las tablas, la música popular te enseña. Hay una canción que sonó hasta el hartazgo en las radios: “Si no te hubieras ido, sería tan feliz”. ¿Te acordás? La cantaban Marco Antonio Solís y Maná. Al menos que te entre por repetición...

Estamos hablando de tiempos verbales básicos que le dan sentido a una frase. De lo contrario, empecemos a usar las conjugaciones que se nos canten para cualquier cosa: Yo no sabo las palabras. Yo pusí el verbo que quería. Si habría tenido suerte, me compraré un auto nuevo.

¡Dejando de joderme!

Idioma QEPD.