10 de enero de 2011

El juego del miedo

Ya se sabe que llenar horas de televisión en verano es un poco difícil. Capaz esta fue una de las razones por la que los canales de aire decidieron reflotar los reality show. Uno prende el televisor y allí está Gran Hermano, una casa llena de desconocidos que de un día para el otro se convierten en conocidos, en celebridades transitorias que tienen un “sueño” por cumplir, un “juego” que jugar y un alma que vender.

La idea sobre Gran Hermano fue interesante al menos en la primera edición, en donde los protagonistas se sometían al encierro y al aislamiento sin idea de lo qué ocurría en el exterior y qué podría pasar cuando salieran. Ahora, los adolescentes tardíos que entran a la casa y se inmolan frente a las cámaras contando sus historias de vida y dándose a conocer ante el gran público, están más que alertas sobre lo que ocurre afuera, lo que la gente gusta de votar, cuáles los comportamientos aceptables y las estrategias que pueden hacerlos ganar dinero y fama (dinero que solo se lleva uno y fama que ha probado ser más que efímera en la mayoría de los casos). ¿Cuál es el motivo que los moviliza a entrar a la casa a que los miren? Lo sabrán solo ellos.

Ahora, uno podría pasarse horas hablando sobre lo pobre que está la televisión y la decadencia de los valores que hacen que la juventud prefiera meterse a un programa de televisión para ser famoso, pero lo que resulta interesante es ver el comportamiento del público en estos casos. El televidente, aquel “que todo lo mira” (inspirado en el “1984” de George Orwell), que se auto-asume como juez y decisor de lo que está bien y mal, que explota su tendencia Voyeur, que se entretiene mirando la paja en el ojo ajeno y que gasta dinero en hacer conocer su voluntad a través de las votaciones, es en realidad uno más de los actores manipulados en este “juego” como gustan de llamarlo sus creadores.

Te sugieren qué tenés que votar. Te bajan línea. Te dicen qué está mal y qué está bien. Te lo dicen cuando editan los diálogos, las imágenes y le ponen música, cuando deciden mostrarte una parte de la historia, cuando debaten. Y ahí es donde “1984” cobra hasta más sentido, porque el público, que se supone “Gran Hermano” termina convirtiéndose en la “prole” sin intelecto, entretenida y destinada a obedecer órdenes. Y como intermediario, uno de los carniceros más despiadados del sistema mediático: Jorge Rial. Me corto los dedos después de escribir esto, pero: Volvé Solita, te perdonamos.

Y vos dirás que ver Gran Hermano es pasatista como leer un libro de Coelho en vacaciones, pero siempre es mejor agarrar un libro. Y si tenés tendencias claustrofóbicas y orwellianas, te recomiendo para ver: The Matrix, Equilibrium o V for Vendetta.

3 de enero de 2011

El día que los autos vuelen

La saga de “Volver al Futuro” cumplió 25 años el año pasado. Que no nos engañen, estrictamente hablando fue estrenada a mediados de 1985 en EE.UU., así que hacé la suma. De todas maneras, entre los distintos festejos que continúan por el aniversario se han lanzado versiones renovadas, bla bla bla, que no se qué pueden aportar de nuevo a una película que la mayoría se sabe de memoria.

Lo interesante de llegar vivos a esta época, es que podemos mofarnos de los avances que los hombres de los 80 pensaron que el mundo tendría en 2015. Que se entienda, la idea no es desmerecer a las cabezas creativas que engendraron una de las mejores películas de nuestra infancia, sino hacer un poco de burla.
  • Lo primero: los autos no vuelan. Es más, el mundo se pelea por el combustible tradicional, y ni hablar todavía de naftas alternativas como una latita de Coca.
  • Ya existe la comida deshidratada, pero todavía las pizzas no duplican su tamaño cuando las metemos en el microondas.
  • Ya se consiguen ropas térmicas y ajustables, pero todavía no he visto una campera con secador incorporado.
  • Las patinetas no vuelan ni tampoco existen objetos que se suspendan en el aire para trasladar personas con problemas de espalda.
  • Lo más parecido que hubo fue la tele-llamada y la tecnología 3D, aunque se quedaron un poco atrás con el uso del fax (cuando el jefe despide al Marty McFly de 40).
En fin, seguro hay más.

Está bien que todavía faltan 4 años para el 2015 pero, según los aztecas, capaz el año que viene no estemos, así que me adelanto a los hechos.

Ahora, lo único malo que tuvo esta película fue esperar a que saliera la siguiente.

Si te agarran ganas, pasan "Volver al Futuro 2" el jueves 20 de enero, a las 14 hs. por The Film Zone.

 

Había una vez

Había una vez Robert Downey Jr. Ese tipo que la mayoría recuerda con los zapatos y las mímicas de Charles Chaplin, sentado luego esperando un Oscar que nunca llegó. El estaba convencido de que lo iba a ganar, pero la Academia probó ser hostil con los inadaptados. Y este chico era uno de esos inadaptados. A esa altura de los tiempos, Robert Downey Jr. era uno de los mejores actores de su generación, pero tenía más fiestas encima que un sándwich de miga, era amigo de vagabundear por callejones de Los Ángeles sin rumbo fijo, y de vez en cuando se cargaba un chumbo por si las moscas. Combinación complicada si las hay, encima tenía la mala fortuna de cruzarse seguido con la policía.

Terminó preso. Recuerdo la noticia porque su detención arruinó para siempre el final de la cuarta temporada de “Ally Mc Beal”, en esas terribles instancias en que la realidad se cruza con la ficción y el hombre se confunde con el personaje. Lo echaron de la serie, era poco asegurable y, según dijo, muy propenso a terminar comprando heroína en cuanto saliera del calabozo. Recuerdo también haber sentido nostalgia por aquel probable futuro negro en el que no lo vería nunca más. Y justo ahí, el tipo conoció a una buena mina.

Lo que sigue corre el riesgo de convertirse en un cliché hollywoodense, pero nobleza obliga, hay que decir que afortunadamente a Robert Downey lo salvó el amor. Su ahora esposa, Susan Levin, una productora de cine, le dio suficientes ganas de andar por la vida sin tantas aspiraciones pero con el talento intacto.

A Robert Downey también lo salvó “Iron man”. Esa performance del yuppie-egocéntrico-justiciero mucho más alegre que Bruce Wayne, por el que le pagaron la irrisoria suma de 500 mil dólares, le devolvió la gloria derrochada entre viaje y viaje narcótico. Porque hay que decirlo, Robert Downey pudo haber perdido dinero, neuronas, auto respeto y dignidad, pero nunca perdió su chispa. Y la industria, que lo mantuvo al margen durante muchos años, recibe por estos días al hijo pródigo de 45 años con un banquete de los que ella sabe dar: tapas de revistas, títulos honorarios de “sexiest man alive” y “hombre más influyente”, 10 millones de dólares por “Iron man 2”, un Globo de Oro por "Sherlock Holmes" y una nueva nominación al Oscar por su delirante rol en “Una guerra de película”. Y la lista sigue. Nobleza obliga bis, hay que decir que Robert Downey está mejor ahora que cuando tenía 30.

Había una vez Robert Downey Jr. Y colorín colorado, la vida ¿empieza a los 40?

Iron man: Domingo 16 de enero, a las 22:00 hs. por FOX.