9 de febrero de 2011

Eres mala, muy mala

Bueno, bueno, terminó Malparida. Renata (el personaje de Juanita Viale), presa, dio a luz a una nena, se la entregó a Lautaro (el personaje de Gonzalito Heredia) y después se tiró del campanario de una Iglesia. Movida arriesgada si la hay. Yo hubiera elegido un edificio un poco más alto por las dudas, pero la chica terminó muriendo casi de forma instantánea, en una toma muy verosímil que hizo que más de uno frunciera el entrecejo.

Hay que reconocerle a Suar que era difícil finalizar esta novela. Cómo hacer para remontar una historia de amor si uno de los protagonistas ha cometido más asesinatos que Robledo Puch. Si no, pensemos un poco en lo que generó la salida de Ricardo Barreda de prisión y su arresto domiciliario. Es complicado.

Sin embargo, lo bueno que brinda la ficción, es la libertad para poder crear historias que en la vida real serían abominables. Yo dejé de ver Malparida a mitad del año pasado porque logró aburrirme, pero admiré de Suar la apuesta que hizo con el personaje de Renata. Me hizo acordar al de aquella novela mexicana “Rubí”, una mujer inescrupulosa y escaladora que solo quería dinero y poder. O sea, una zorra. “Rubí” tampoco terminó bien, porque la televisión se autoadjudicó igual que acá su rol de embajadora del bien, casi como un sermón de misa del domingo: si eres malo, debes ser castigado. Y Renata, como Rubí, fue castigada.

Mientras se sucedían las últimas imágenes, una voz en off relataba los eventos y repetía una y otra vez: “Amar sana, odiar mata”. El mensaje es ambiguo: A Renata la mató el odio, pero no pudo salvarla el amor. Los escritores de la saga podrían haber apelado a la clásica elipsis de “Veinte años después” y abrir con una toma en la que Heredia espera a Viale a la salida de la cárcel con su hijita de la mano y dejar un final abierto. O si a Renata le daban perpetua, darse una vuelta por la penitenciaría y hacer visitas sanitarias. ¿Por qué no puede bancar Lautaro a Renata a pesar de todo? Ahí sí el amor hubiera “sanado” y el final hubiera sido transgresor. Pero no. Al tipo no le quedaron opciones. Suicidarla a Renata era la mejor forma de quedar bien con Dios y con el Diablo. Una lástima.

Pd: qué liiiiiindo que está Gonzalito Heredia.

3 de febrero de 2011

El juego del miedo (2da parte)

Voy a hablar una vez más sobre Gran Hermano. Vos dirás “qué al pedo está esta mina” y es verdad. Pero a veces me supera el fenómeno. Sin embargo, no voy a hablar sobre los participantes de la Casa, que son el blanco preferido por todos, sino acerca de los que debaten sobre ellos.

El otro día escuché a alguien decir que lo que ocurría ahí adentro nos representaba como sociedad, o algo parecido. Error. Cualquiera que haya hecho alguna vez un experimento científico sabe que aislando la muestra se pierden muchos factores, por algo los antropólogos se toman varios años en el campo para estudiar comportamientos sociales. Decir que nuestra sociedad es como en un Reality es una payasada. A mí no me definen 20 pendejos que se van de vacaciones a una casa para hacerse famosos o ganar guita. Creo que el tema es más profundo. No obstante, los productores de este show tienen que poner carne a la parrilla, si no te sacan del aire.

Ahora, siguiendo la lógica del show televisivo, a este programa lo hacen los que debaten todas las noches sobre los participantes. Empezando por Marcelo Peluffo, que desde sus inicios ha ganado años en sarcasmo y chabacanería; hasta Jorge Rial, que es un maestro de la manipulación psicológica vía pantalla chica. Es muy gracioso. Yo no sé qué vota la gente, pero las bajadas de línea de estos personajes sobre el accionar de los chicos es tremendamente interesante.
  • Todos hablan de “juego” pero cuando el expulsado sale y es cuestionado cual régimen militar en el Debate, dice no entender de lo que le hablan. Claro, si vos te detuvieras a editar cada momento de tu día, lo que dijiste, y encima le pusieras música, capaz hasta vos descubrís facetas de tu personalidad que ni conocías.
  • A un pibe lo defenestraron porque salió de la Casa para seguir con su carrera en la Universidad!! En dónde está la contradicción?? Ahhh!! Es que otros 30 mil querrían estar en su lugar y el lo desaprovechó!! Claro, si el chico hubiera salido de la Casa para bailar en otro Reality sería un ídolo.
  • Es obvio que cuando alguno de los protagonistas es controvertido, lo exprimen hasta que aburre o no les da más rédito y siguen con otro.
  • Dicen que Gran Hermano premia “jugadores” y no “historias”, sin embargo la tradición del programa demuestra lo contrario. Siempre (o la mayoría de las veces) fue el participante necesitado y con una vida difícil el que se llevó la guita.
Entonces, ¿cuál es la sociedad que supuestamente está representada en Gran Hermano? La del negocio televisivo. Los pendejos son solo la materia prima con la que un grupo de personas te clava ficción digerida y disfrazada de realidad todas las noches.

Habría que hacer un programa para votar y que se vayan todos estos charlatanes. Que no te duerman.

En la salud y en la enfermedad

El cine tiene la capacidad de hacernos reflexionar y de preguntarnos qué haríamos en una situación determinada. Cuando ese objetivo está cumplido, se podría decir que el mensaje llegó a destino y que por lo tanto la película que acabamos de ver no es del todo mala. En lo que respecta a amor y las enfermedades, Hollywood ha brindado varios ejemplos de este tipo: se me vienen a la cabeza “Dulce Noviembre”, “Todo por amor”, “Otoño en Nueva York”, todos filmes que tienen algún enfermo terminal en el medio, alguna historia de amor y desencantos, y alguna decisión que tomar.

Lo que llama la atención en el caso de “De amor y otras adicciones”, que entra dentro de la categoría, es que el padecimiento de uno de los personajes (Parkinson) está presente desde el principio en la historia. No es que uno se entera tarde de que el otro está enfermo, o que el enfermo miente que se cura, o que uno se enferma en medio de la relación, o el que está enfermo no le cuenta al otro nada para que no se tome el palo, etc. Acá está clarito desde el principio, por lo que el argumento gira en torno a la cuestión de saber hasta dónde llegarán estos pibes por amor (y ahora que lo pienso en el resto de las películas que nombré arriba también, pero bué).

La parejita linda está formada por Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway que ya habían compartido un poco de cama y carne en “Secreto en la montaña”, aunque a él le gustaran los machos. Acá Gyllenhaal se heterosexualiza y le pone muchos huevos a la parte amatoria, que abunda en posiciones, lugares y artefactos, cosa que yo vi de reojo y ruborizada porque soy muy tímida. Otra cosa que abunda y que funciona como segunda trama -aunque fuera la razón de la película originalmente-, es la historia de los visitadores médicos, que si estuvieran tan buenos como los de esta película yo hubiera estudiado Medicina.

“De amor y otras adicciones” te deja pensando, un rato al menos, capaz después te tomás un café, te subís al auto y te cagas olvidando de todo. Pero no al pedo alguien agregó “en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad” a la cláusula.