La primera vez que posé mis ojos sobre Benedict Cumberbatch, la experiencia no fue agradable. Era el aristocrático, pervertido y violador Paul Marshall en Atonement. No sólo era eso, era uno de los responsables de arruinar la vida de Cecilia y Robbie en esa noche de calor antes de la guerra. La impresión fue grande. Pocas veces se puede volver de semejante estremecimiento.
Pero Cumberbatch iba a tener otra oportunidad para conmoverme, aunque esta vez para bien. Haciendo caso de las críticas, resolví hace poco hacerme de los capítulos de Sherlock, en la que él era intérprete. Yo no conocía el dato, ya que fui llevada hacia la serie de televisión por un mecanismo distinto esta vez. No fueron los protagónicos los que me interesaron, sino el personaje. Sherlock Holmes ha sido uno de mis caracteres favoritos desde siempre. De más está decir que cuando descubrí quien se haría dueño del método deductivo de mi detective preferido mi primera reacción fue el shock y la reprobación. Es bochornoso admitir, cuando ocurren estas cosas, que para algunas personas la realidad y la ficción son planos no siempre distinguibles. También hay que decir que sentí vergüenza al reconocer sorprendida que Benedict Cumberbatch era un excelente actor.
Después del shock vino la satisfacción. Sherlock es una de las mejores cosas que se han hecho para la televisión en los últimos años. La apuesta era arriesgada. La BBC, se atrevía a lanzar un producto en pleno apogeo de la adaptación victoriana de Guy Ritchie que tiene a Robert Downey Jr. y a Jude Law como Holmes y Watson. Sin embargo, la cadena británica de televisión hizo un estupendo y muy fiel trabajo imaginando cómo sería el detective en nuestra época. Y el público premio la innovación. Los últimos capítulos fueron vistos por más de 8 millones de personas en el Reino Unido.
El Londres de este Holmes es distinto al del siglo 19: una ciudad con taxis en vez de coches, con blackberries y GPS en vez de telegramas; pero con un lenguaje universal que no le hace perder sentido al personaje. Y el “bromance” entre Sherlock y Watson, uno de los mejores desde el de Riggs y Murtaugh, y el de Frodo y Sam.
Sin embargo, para los adictos al formato de serie clásico que brinda un promedio de 15 capítulos por temporada, la serie puede resultar un tanto frustrante. Más aún si uno es asiduo al consumo cuevanero que permite la libertad de horarios y dosis. Este Sherlock tiene sólo tres capítulos por temporada (seis en total), con un fabuloso cliffhanger que recién se comenzará a develar en 2013. Sin ánimo de spoiler, la “solución final” del último episodio ha tenido insólitas repercusiones en Internet, de personas que arriesgan video incluido en YouTube y a lo Sherlock, la explicación de lo que ocurrió.
Sir Benny, el jaguar
Sir Benny, el jaguar
El sentimiento de placer que embarga al ver a Cumberbatch con ese touch aspergeriano que caracterizó al detective no ha sido propiedad mía solamente. El fenómeno viene en expansión y ha puesto al actor en el superior de los planos posibles: el de una estrella. Hoy Benedict Cumberbatch no puede salir a la calle tranquilo. Tiene seguidoras fanáticas por todo el mundo, las Cumberbitches (algo así como las putas de Cumber), reconocidas por él mismo en distintos reportajes.
Las chicas suelen hacer causa de temas como su color de cabello (suele cambiarlo seguido), han logrado ponerlo a fuerza de TT en el puesto número cuatro de los candidatos a personajes más influyentes de la revista Time, e incluso llegan a viajar miles de kilómetros para verlo sobre las tablas de Londres cuando consiguen las agotadísimas entradas. Porque encima, el chico de 35 años no se ha alejado de su primer amor: el teatro. Nacido en cuna artística, sus padres fueron también actores y no de los que alentaban a su hijo para que siguiera sus pasos. Muy por el contrario, intentaron disuadirlo (afortunadamente para muchas) sin éxito. Con un pasado plagado de papeles personificando geeks, nerds y aristócratas, Benedict supo hace rato que no iba a ser chico de portada y apostó a lo raro para abrirse camino. De ahí que uno ahora deba mirar, siempre con sonrojo, hacia atrás para reconocerlo, por ejemplo, junto a Scarlett Johansson en La otra Bolena, o junto a Rachel Weisz en The Whistleblower.
Las chicas suelen hacer causa de temas como su color de cabello (suele cambiarlo seguido), han logrado ponerlo a fuerza de TT en el puesto número cuatro de los candidatos a personajes más influyentes de la revista Time, e incluso llegan a viajar miles de kilómetros para verlo sobre las tablas de Londres cuando consiguen las agotadísimas entradas. Porque encima, el chico de 35 años no se ha alejado de su primer amor: el teatro. Nacido en cuna artística, sus padres fueron también actores y no de los que alentaban a su hijo para que siguiera sus pasos. Muy por el contrario, intentaron disuadirlo (afortunadamente para muchas) sin éxito. Con un pasado plagado de papeles personificando geeks, nerds y aristócratas, Benedict supo hace rato que no iba a ser chico de portada y apostó a lo raro para abrirse camino. De ahí que uno ahora deba mirar, siempre con sonrojo, hacia atrás para reconocerlo, por ejemplo, junto a Scarlett Johansson en La otra Bolena, o junto a Rachel Weisz en The Whistleblower.
E inevitablemente siempre surge ese resentimiento, ¡¿cómo fue que no lo vi antes?! Y la consiguiente duda: ¿quién es el dueño del atractivo: Benedict o Sherlock? La pregunta del sillón… (porque hay que sentarse para pensarlo).
Hoy por hoy se lo puede ver en Tinker Tailor Soldier Spy, junto a Gary Oldman, y en War Horse de Steven Spielberg, ambas con roles que siempre dejan la sensación de inseguridad acerca de su clase de atractivo, pero en las que, sin duda alguna, luce su talento. Porque es lo mejor que tiene. Y pronto también lo pondrá en evidencia en megatanques como El Hobbit y Star Trek.
Todavía no se acaba: la tecnología también lo encuentra al servicio del conocimiento. Poseedor de no sólo capacidad histriónica, Cumberbatch es dueño de la voz de “un jaguar escondido dentro de un chelo” como bien lo describió alguien alguna vez. De ahí que YouTube está plagado de su trabajo para audio libros que pueden ayudarte a mejorar tu inglés, o simplemente llevarte hasta el cielo con sólo el sentido auditivo. Sin contar la última publicidad de Jaguar que lo tiene de protagonista. Un aplauso de pie para el equipo de marketing de la marca automotriz que, apuesto mi reino en centavos, tiene a una Cumberbitch en el plantel.
Hoy escribo con una foto de Ben en mi escritorio. Ahí está él sentado con rostro meditabundo, durante una entrevista para Harper`s Bazaar. La impresión ya no es la misma sobre él. Eso sí, nunca jamás podrá reconquistarme en Atonement. Voy a tener que dejar de verla.