De onda… ¿qué le ven las minas a James Franco? No recuerdo un actor más insípido desde que Clive Owen desparramara un galón de insipidez en “Más allá de las fronteras” con otra terrible insípida como Angelina Jolie.
El tipo parece sacado de acá a la vuelta, no tiene glam, no derrocha simpatía, no es lindo y todavía no estoy segura si actúa bien. James Franco es uno de esos pibes que te tienen que avisar que está ahí, de lo contrario ni te acordás que existe. Por las dudas te repaso: fue el “amigo” del Hombre Araña (actuación ampliamente superada por Willem Dafoe como su padre), fue el “novio” de Sean Penn en “Milk” (actuación ampliamente superada por el otro novio interpretado por Diego Luna), fue el “amante” de Julia Roberts en “Comer Rezar Amar” (actuación ampliamente superada por la sola presencia de Javier Bardem), fue imagen de Gucci, fue el “deportista” que se queda atrapado en “127 horas” (rol por el que fue nominado al premio de la Academia!! como para que te des una idea de lo superpromocionado que está el hombre), y fue el conductor más insípido de la ceremonia del Oscar de la historia reciente. Perdón, pero no hay sinónimos válidos para describir a un insípido como este. Voy a tener que seguir llamándolo insípido.
Lo que resulta llamativo es cómo la industria ha logrado colocar a este chico en la cúspide de la celebridad, en detrimento de otros actores de su misma generación que lo superan ampliamente en dotes histriónicas (y muchas veces infravalorados) como James McAvoy, Jonathan Rhys Meyers, Ryan Gosling o Cillian Murphy.
Si sos temeraria y te bancas la insipidez extrema podés verlo sufrir horrores, solo, durante varios minutos, en su última película disponible: “127 horas”. Leí por ahí que algunas personas en no-sé-qué-país-desarrollado se desmayaban en la escena clímax de este film que incluye una amputación (suena a marketing, pero me surge la duda sobre quién querría ir a ver algo que a otro le hace perder el conocimiento).
Y eso que el pibe no me hizo nada, pero no lo puedo ni ver.
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