3 de abril de 2012

Conoce a Benedict Cumberbatch

La primera vez que posé mis ojos sobre Benedict Cumberbatch, la experiencia no fue agradable. Era el aristocrático, pervertido y violador Paul Marshall en Atonement. No sólo era eso, era uno de los responsables de arruinar la vida de Cecilia y Robbie en esa noche de calor antes de la guerra. La impresión fue grande. Pocas veces se puede volver de semejante estremecimiento.

Pero Cumberbatch iba a tener otra oportunidad para conmoverme, aunque esta vez para bien. Haciendo caso de las críticas, resolví hace poco hacerme de los capítulos de Sherlock, en la que él era intérprete. Yo no conocía el dato, ya que fui llevada hacia la serie de televisión por un mecanismo distinto esta vez. No fueron los protagónicos los que me interesaron, sino el personaje. Sherlock Holmes ha sido uno de mis caracteres favoritos desde siempre. De más está decir que cuando descubrí quien se haría dueño del método deductivo de mi detective preferido mi primera reacción fue el shock y la reprobación. Es bochornoso admitir, cuando ocurren estas cosas, que para algunas personas la realidad y la ficción son planos no siempre distinguibles. También hay que decir que sentí vergüenza al reconocer sorprendida que Benedict Cumberbatch era un excelente actor.

Después del shock vino la satisfacción. Sherlock es una de las mejores cosas que se han hecho para la televisión en los últimos años. La apuesta era arriesgada. La BBC, se atrevía a lanzar un producto en pleno apogeo de la adaptación victoriana de Guy Ritchie que tiene a Robert Downey Jr. y a Jude Law como Holmes y Watson. Sin embargo, la cadena británica de televisión hizo un estupendo y muy fiel trabajo imaginando cómo sería el detective en nuestra época. Y el público premio la innovación. Los últimos capítulos fueron vistos por más de 8 millones de personas en el Reino Unido.

El Londres de este Holmes es distinto al del siglo 19: una ciudad con taxis en vez de coches, con blackberries y GPS en vez de telegramas; pero con un lenguaje universal que no le hace perder sentido al personaje. Y el “bromance” entre Sherlock y Watson, uno de los mejores desde el de Riggs y Murtaugh, y el de Frodo y Sam.

Sin embargo, para los adictos al formato de serie clásico que brinda un promedio de 15 capítulos por temporada, la serie puede resultar un tanto frustrante. Más aún si uno es asiduo al consumo cuevanero que permite la libertad de horarios y dosis. Este Sherlock tiene sólo tres capítulos por temporada (seis en total), con un fabuloso cliffhanger que recién se comenzará a develar en 2013. Sin ánimo de spoiler, la “solución final” del último episodio ha tenido insólitas repercusiones en Internet, de personas que arriesgan video incluido en YouTube y a lo Sherlock, la explicación de lo que ocurrió.

Sir Benny, el jaguar

El sentimiento de placer que embarga al ver a Cumberbatch con ese touch aspergeriano que caracterizó al detective no ha sido propiedad mía solamente. El fenómeno viene en expansión y ha puesto al actor en el superior de los planos posibles: el de una estrella. Hoy Benedict Cumberbatch no puede salir a la calle tranquilo. Tiene seguidoras fanáticas por todo el mundo, las Cumberbitches (algo así como las putas de Cumber), reconocidas por él mismo en distintos reportajes.

Las chicas suelen hacer causa de temas como su color de cabello (suele cambiarlo seguido), han logrado ponerlo a fuerza de TT en el puesto número cuatro de los candidatos a personajes más influyentes de la revista Time, e incluso llegan a viajar miles de kilómetros para verlo sobre las tablas de Londres cuando consiguen las agotadísimas entradas. Porque encima, el chico de 35 años no se ha alejado de su primer amor: el teatro. Nacido en cuna artística, sus padres fueron también actores y no de los que alentaban a su hijo para que siguiera sus pasos. Muy por el contrario, intentaron disuadirlo (afortunadamente para muchas) sin éxito. Con un pasado plagado de papeles personificando geeks, nerds y aristócratas, Benedict supo hace rato que no iba a ser chico de portada y apostó a lo raro para abrirse camino. De ahí que uno ahora deba mirar, siempre con sonrojo, hacia atrás para reconocerlo, por ejemplo, junto a Scarlett Johansson en La otra Bolena, o junto a Rachel Weisz en The Whistleblower

E inevitablemente siempre surge ese resentimiento, ¡¿cómo fue que no lo vi antes?! Y la consiguiente duda: ¿quién es el dueño del atractivo: Benedict o Sherlock? La pregunta del sillón… (porque hay que sentarse para pensarlo).

Hoy por hoy se lo puede ver en Tinker Tailor Soldier Spy, junto a Gary Oldman, y en War Horse de Steven Spielberg, ambas con roles que siempre dejan la sensación de inseguridad acerca de su clase de atractivo, pero en las que, sin duda alguna, luce su talento. Porque es lo mejor que tiene. Y pronto también lo pondrá en evidencia en megatanques como El Hobbit y Star Trek.

Todavía no se acaba: la tecnología también lo encuentra al servicio del conocimiento. Poseedor de no sólo capacidad histriónica, Cumberbatch es dueño de la voz de “un jaguar escondido dentro de un chelo” como bien lo describió alguien alguna vez. De ahí que YouTube está plagado de su trabajo para audio libros que pueden ayudarte a mejorar tu inglés, o simplemente llevarte hasta el cielo con sólo el sentido auditivo. Sin contar la última publicidad de Jaguar que lo tiene de protagonista. Un aplauso de pie para el equipo de marketing de la marca automotriz que, apuesto mi reino en centavos, tiene a una Cumberbitch en el plantel.

Hoy escribo con una foto de Ben en mi escritorio. Ahí está él sentado con rostro meditabundo, durante una entrevista para Harper`s Bazaar. La impresión ya no es la misma sobre él. Eso sí, nunca jamás podrá reconquistarme en Atonement. Voy a tener que dejar de verla.

6 de enero de 2012

No todo está perdido para los que extrañan a Lost

Si echas de menos los apodos que ponía Sawyer. Si añoras las cosas raras y sin explicación como los osos polares, la combinación numérica, el humo negro, la Iniciativa Dharma. Si extrañas pasarte horas tirado en el sillón sacando conclusiones sobre cosas que nunca sabrás a ciencia cierta, no todo está perdido para vos.

Los creadores, escritores, actores y productores de Lost andan dando vueltas por ahí y no han dejado de trabajar. Y aunque según dice la leyenda, no se les debe pedir que vuelvan a volarnos la cabeza con algo, esta gente sigue trayendo hijos televisivos decentes al mundo.

Uno que ya está funcionando y bien, es Person of Interest, con aquél que le diera vida a una de las mejores cosas que le pasó a la serie de la isla y que fue el Benjamin Linus de Michael Emerson. El actor se juntó con J.J. Abrams, Jonathan Nolan y Jim Caviezel para ponerle el lomo a este producto que viene dando frutos, o al menos eso dicen. Yo la veo.

Otro de los actores que volvió a la pantalla es Richard, Ricardo o Ricardus (Nestor Carbonell), a quien se puede ver como polícía persiguiendo a las gemelas esquivas de Ringer, interpretadas por la ex Buffy, Sarah Michelle Gellar. A esa también la veo, y cada día más enganchada.

Pero eso no es nada. En los próximos días se estrenan otras.

Llega Alcatraz, también de J.J. Abrams y con el bonachón Hugo Reyes de Lost (Jorge García). Promete ser una serie de suspenso y ciencia ficción, con un “relato repleto de acertijos, trampas, secretos y elementos fantásticos”, según dicen. El argumento parece copado al menos en principio: unos 300 y pico presos que desaparecieron misteriosamente de la cárcel de Alcatraz, comienzan a reaparecer en distintos lugares de los Estados Unidos y siguen siendo malos. Alguien los tiene que atrapar. Vamos a ver que onda. El 23 de enero se verá la avant premiere y desde el 6 de febrero larga de manera regular por Warner Channel.

Finalmente, también de los guionistas de Lost, Edward Kitsis y Adam Horowitz, se estrena pronto (aun sin fecha precisa) Once upon a time, por Sony. Esta es una serie de fantasía, que muestra dos mundos paralelos en los que conviven los personajes de cuentos de hadas y la gente “normal”. Algo así. Parece loco. Bonus track para las chicas: actúa Jamie Dornan. No importa si no lo conocés, pronto lo harás.

Reitero, no todo está “perdido” para los que extrañan a Lost.

12 de noviembre de 2011

Los médicos de hoy

Desde que George Clooney hiciera suspirar a mujeres y hombres en las salas de urgencias de ER allá por los 90, médicos de todo tipo, linaje y personalidad han pasado por la pantalla chica en los últimos años. Los ha habido facheros y dulces, como el doctor Derek Shepherd (alias McDreamy) en Grey`s Anatomy; antisociales y complejos como el doctor House en la serie del mismo nombre; inescrupulosos y mujeriegos como el doctor Christian Troy de Nip Tuck; y hasta súper seductores y metaficcionales como el doctor Ray Ramoray que hacía Joey en Friends.


No es fácil para los hipocondríacos. La multiplicación de programas de esta índole no da respiro y goza de muy buena salud. Siempre hay un médico o médica dispuestos a trabajar horas extras, sostener romances dentro de las cuatro paredes profilácticas del hospital y salvar vidas. En una ciudad real en donde la salud pública se encuentra descuajeringada en conflictos salariales con el poder de turno, la sola visión de cómo podría funcionar un sanatorio en el primer mundo se vuelve no sólo un ejercicio de entretenimiento sino también un acto de anhelo y envidia, y que aparentemente mantiene a la audiencia motivada.

Los médicos (al menos los de la tele) son esos profesionales a los que se les endilga la movilidad ascendente, el mayor ingreso económico, la gloria de pertenecer a una suerte de elite-alfa-protectora y la posibilidad de atraer ciegamente al sexo opuesto. Ser un “doctor” no es cualquier cosa, viene asociado al respeto y al mérito, al trabajo duro y al estudio eterno, al éxito y al atractivo, al orgullo materno y a la vanagloria conyugal (en especial de las mujeres). Ser un doctor, en definitiva, es bueno.

El último de los profesionales de la salud que la maquinaria hollywoodense acaba de expeler hacia las masas es el protagonista de A gifted man, el doctor Michael Holt, un neurocirujano súper competitivo y costoso que tiene un pequeño inconveniente: habla con el fantasma de su ex esposa. Personificado por el ascendente Patrick Wilson, el doctor Holt es interpelado por el espíritu de su ex para que resuelva sus asuntos pendientes. El tema es que los asuntos pendientes de ella consisten en hacer funcionar con escasos recursos una clínica gratuita para personas que no tienen seguro de salud en los Estados Unidos. La experiencia no le escapa para nada a nuestra idiosincrasia: los pasillos están llenos, los casos abundan. Y al doctor Holt, que está acostumbrado a atender a “gente linda” y millonaria, no le va tener que desperdiciar su tiempo en esas cuestiones.

Lo que se ve hasta ahora es una clásica moraleja. En las conversaciones con el más allá, se van contraponiendo esas dos materias que hacen a la profesión: dinero versus vocación. Pareciera que nunca logra ser un combo. El altruismo y la empatía que se supone motivan a todo joven idealista a la hora de abrazar la medicina como carrera (pero sin retribución económica), encarnados en la ex esposa de Holt. Por otro lado, el materialismo, la arrogancia y la justificación de que los ricos “también se enferman” en la piel del médico que parece disfrutar de su laburo cuando cobra caro por ello. En el medio, un continuo peregrinar de personajes secundarios que van y vienen, tienen dinero o no, se enferman y se curan. Todos atendidos, de buena o mala gana, por el doctor Holt.

Todavía es pronto para determinar si A gifted man estará a la altura de los programas médicos clásicos de los últimos tiempos. Recordemos que Nip Tuck tuvo seis bizarras temporadas, Dr. House ya lleva ocho, al igual que Grey`s Anatomy, y ER alcanzó las 15. Tanto tiempo en el aire que todos los que las protagonizan podrían haber hecho una carrera en medicina. Lo que sí está claro es que el mundo hospitalario en la TV genera fanatismo y rating. Hipocondríacos abstenerse.

11 de noviembre de 2011

Hola Walden

Y al final la tierra se ordenó, las tinieblas se apartaron y el espíritu de Charlie Harper ascendió a los cielos. Y al octavo mes desde el despido, los argentinos suscriptos a Warner Channel pudimos ver la nueva temporada de Two and a half men que ya no tiene a Charlie Sheen, pero sí a Ashton Kutcher. Y los televidentes comprendimos que lo hecho estaba bueno y después pudimos descansar tranquilos sabiendo que nuestra serie continúa, y no tan mal.

Todo el mundo lo sabía: era un desafío interesante poder extender el programa de los Harper sin el personaje principal. Pero quedó demostrado que los creadores tienen un rol indispensable en la arquitectura de los guiones que tanto hacen reír y que Jon Cryer (Alan) era una pieza fundamental de la fórmula. Por lo pronto, lo que parecía imposible ocurrió y varios misterios sobre cómo seguiría Two and a half men fueron revelados. Charlie Harper falleció en un supuesto accidente mientras se encontraba con Rose en París. Tras el velorio, al que asistieron muchas de las mujeres que pasaron por el programa, hizo aparición Walden Smith (muy bien interpretado por Kutcher) un multimillonario inmaduro y depresivo que acaba de romper con su esposa. Smith compra la casa y se hace amigo de Alan. Nada muy rebuscado.

Lo interesante y donde hay y seguirá habiendo discordia, es sobre las relaciones que se plantean post era Sheen. Los vínculos resultan ahora inverosímiles. Si bien Alan permanece en la casa como resultado de un acto de misericordia de Smith, el resto de los personajes (salvo el ama de llaves Berta que continuará trabajando allí) no tienen ninguna vinculación con el nuevo dueño. Cómo se desenvolverán esos lazos es intrigante. Otro dato: la incorporación de Judy Greer en el rol de la ex esposa de Walden es desconcertante, ya que la actriz ya había participado de la serie como la hermana de Herb (y no hace mucho cómo para que nos hayamos olvidado).

Los creadores tenían dos opciones: largar todo y hacer un show diferente o renovar. Acordaron a medias. Lo más sensato en este escenario, es pensarlo como una nueva experiencia y añorar lo que fue sin esperar retornos. El resultado es, por lo pronto, interesante y divertido. Y la presencia de Kutcher es visualmente muy motivadora.

3 de noviembre de 2011

A jugar, ya!

Si no sos muy asiduo a las redes sociales, capaz anoche te diste con la sorpresa de que comenzaba una nueva sesión de Gran Hermano por Teleocho. La novedad no fue muy publicitada por la tele, pero explotó vía twitter, en donde se preparó la previa y se deslizó hasta la suma que cobraría Jorge Rial para conducir el reality durante los próximos seis meses (según Viviana Canosa 350 mil pesos por mes). Haciendo un poco de memoria, el célebre conductor había rechazado la primera oferta de Telefé para ponerse a la cabeza de la nueva edición. Poco le duró el motín: más de 2 millones de razones lo hicieron volver y aparecer con su mejor humor y vestido con una brillante chaqueta fucsia para dar comienzo al show, que este año viene con novedades.

Ahora bien. Qué tenés que saber para no quedar afuera en una reunión o cena o recreo en el que se hable del programa:

Hay 20 participantes y uno de ellos es cordobés. Nunca falta uno que con la tonadita apele a la simpatía de los televidentes. Si querés gastarlo tenés materia prima: el flaco dejó en suspenso la carrera de Derecho para entrar al programa.

Hay gente procedente de la Banda Oriental, confirmando lo que muchos sospechaban: Uruguay es una provincia más de nuestro país.

La casa incorpora esta vuelta un gimnasio, sauna y una máquina de tentaciones que vende cigarrillos y golosinas.

Los participantes ya no se pueden autonominarse, conducta que predominó durante las últimas ediciones y de la que hizo uso y abuso el reciente ganador Christian U.
El premio final está estipulado en un millón de pesos. No sé si tiene que ver con la inflación o la generosidad de los productores, pero la suma se ha duplicado. Eso sí: al monto se le restarán 50 mil cada vez que el ganador esté en placa, es decir, es muy difícil que alguien logre acaparar el total. Más difícil que en lo de Susana.

Otra cosa fastidiosa: para hacer el premio más jugoso, se decidió ahorrar en camas, por lo que habrá sólo tres. A pelearse para pernoctar, el que se vaya a Sevilla deberá acostarse en una bolsa de dormir.

Lo más novedoso es que ahora existe una casa dentro de la casa, casi como un gesto autorreferencial. En esta sub-habitación, que se denominó “la casa de al lado” viven una realidad virtual cuatro “aspirantes” que deberán “seducir al público”, según Rial, para ingresar al verdadero juego. Obviamente vía votación de la gente. Lo más gracioso es que no sólo esa casita es más chica que un monoambiente en Nueva Córdoba, pero que cada vez que los pibes tienen que hablar deben cerrar la puerta para que no los escuchen los otros. 

Y lo más relevante, si se quiere, es la creación de una sala privada que buscará resolver las “emergencias sexuales” de los participantes. Se entiende más o menos así: si tenés ganas de echarte un polvo apretás un botón rojo y se abre la puerta de una habitación en la que no habrá cámaras, pero sí micrófonos. Diez años le llevó a la producción entender que muy pocos valientes darían rienda suelta a sus instintos primitivos delante de un foco en vivo y en directo. Habrá que ver quién la usa, más aún cuando se supone que la sala sólo sirve para cumplir esa función.

Por último: habrá dos debates, uno a la tarde y otro a la noche, conducidos por Mariano Peluffo. Afortunadamente, a uno de ellos asistirá el gran filósofo Sebastián De Caro, que fue lo mejorcito que tuvo la edición pasada.

Bueno, listo. Ya tenés toda la info para no quedar afuera de las conversaciones diarias en la oficina. Después no digas que nadie te avisó.