Soy el rey del mundo!

Siempre tuve sentimientos cruzados hacia Leonardo DiCaprio. A veces me encanta, a veces no me lo banco. Pero hay que reconocerle que pronunció una de las frases más conocidas del cine actual: “I'm the king of the world!”. No hay boludo hoy, que al momento de subirse a un barco/canoa/yate/lancha/tabla de surf/ cualquiera, vaya a la proa, abra los brazos y grite “Soy el rey del mundo!”.

Si no te acordás de qué película estoy hablando, te refresco que se trata de “Titanic” y te recomiendo que salgas urgente de la burbuja de cristal en la que vivís.

En fin, nunca entendí por qué millones de personas fueron al cine a ver un filme del que ya todos sabíamos el final. El bote choca con un iceberg y se hunde. Uno se sienta más tres horas a otear una cinta conociendo cómo termina la historia. Es inexplicable. Pero allá marchamos, porque los efectos especiales prometían recrear el morboso momento en que 1500 personas morían ahogadas o cagadas de frío en las profundas aguas del Atlántico Norte, entre ellas, Leonardo DiCaprio.

Y en el medio, para justificar el presupuesto de 200 millones de dólares para un documental, le metieron esa historia de amor a lo Corin Tellado, con un pibe que parece de 16 y una mina que parece de 30 y una escena de sexo dentro de un auto antiguo. Imaginate si como protagonista lo hubieran puesto a Jude Law o a Christian Bale o a Matthew McConaughey, ahí sí que hubiera largado una lágrima cuando Kate Winslet lo despega a “Jack Dawson” del pedazo de madera donde se había quedado congelado. Pero no, James Cameron lo quería -y lo puso- a DiCaprio, así que ni lloré. Y vos? Lloraste? Capaz yo soy una insensible. Qué le va a hacer.